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Traducción al español abajo



The Capital of

Nothingness

-Ilya Kharkôw











 

Only when I found myself in exile after the beginning of the war did I understood the meaning of the phrase, “in the middle of nowhere.” It’s not about the place I live in but about the feeling of myself in general. This becomes especially interesting when you realize that this feeling is shared by millions of temporarily displaced people within Ukraine and at least eight million who have left the country.

The first thing that war takes away is the ability to plan. If before I had a personal development plan, now merely maintaining sanity is my criterion for a well-lived day.

My hometown was occupied at the beginning of a full-scale war. No, no, it wasn’t like that. First, I was woken up at 4 a.m. with the news about the start of the war. Then I heard the first explosion. Immediately, I tried to leave the city. In the process, news appeared that was hard to believe – the borders were closed for men aged 18 to 60. Afterwards, there was an attempt to cross the border. The military tried to force me to take up arms. By then my hometown was already occupied by the Russian army. Eight and a half months of living in fear. And, only then did I find a way to leave a country in which people were dying while standing in line because an indifferent missile exploded.

I described all this in the novel The Mining Boys. I wrote it while on the verge of a nervous breakdown. At that time, it seemed to me that I was in a bad position. My comrade died in the war. I lost my job. I didn’t know where to live. But, even then, I was still mentally in Ukraine. Even then, it was impossible to believe that the war would drag on for so long.

What has changed? Like millions of others, I ended up in the middle of nowhere. It became evident that our media were lying to us about successes on the front lines. News about volunteers was replaced by news about forced mobilization. The unity of the people gave way to quarrels over language and cultural differences between eastern and western Ukraine. The idealized image of Europe collapsed. And, all of this together has led us to a strange state where, besides the goal of survival, there are no other goals.

At the beginning of the war, when a person in military uniform walked through an Ukrainian city, people looked at him with admiration and hope. Today, people prefer to stay away from those in military uniform. The thing is, people in uniforms catch guys on the streets and forcibly send them to war. The military says that there is no point in having those who don’t want to fight voluntarily at the front. So, it turns out that when a soldier, having received a few days off, comes home, instead of gratitude, he sees contempt and anger in the eyes of those around him.

Every month, crazy laws are passed. Ukrainians typically keep their savings in dollars due to the unstable exchange rate of the hryvnia. Over a year ago, displaying exchange rates outside was banned to avoid panic, similar to how real news about the war is censored.

Men in Ukraine have lost many basic rights just because they are men. Soldiers increasingly believe they are fighting to save their comrades’ lives rather than for Ukraine’s future. It’s common now to hear soldiers express a desire to leave the country after the war.

Last month, a law came into effect preventing men abroad from obtaining passports. This denial of consular services feels more like intimidation than Ukraine’s care of its people abroad. It’s hard to articulate what the war is for, as there are now fewer freedoms in Ukraine than in Russia. Missiles destroy our cities, and laws make life unbearable.

Walking around a European city, it’s easier to meet a stranger who will sympathize with you than in Ukraine. Wrong language. Wrong views. Listening to the wrong music. Consuming the wrong culture. Smiling means you haven’t suffered enough. It’s crazy…

In the middle of nowhere is my new city. I thought I’d move to Europe, but I ended up nowhere. In a place with no purpose. No plans. No language skills. Where everything is foreign. Where life goes on as usual, and you barely have the strength to move your wing. Yeah, a wing. Today I’m pretending to be a bird so I won’t be pecked to death. Here you can do whatever you want because in this place and in such circumstances people don’t want anything at all. I called in the middle of nowhere a city, although, knowing that millions now live in it, it would be more accurate to call it the capital.

 

 

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La Capital de la Nada

-Ilya Kharkôw










 

Hasta que me convertí en un exiliado tras comenzar la guerra entendí lo que significaba la frase “en medio de la nada”. No se refiere al lugar donde vivo sino a la comprensión, en general, de lo que soy. Esta sensación adquiere una dimensión interesante cuando te das cuenta de que es compartida por los millones de ucranianos desplazados temporalmente dentro de la misma Ucrania, al igual que los cuando menos ocho millones que se han ido del país.    

Lo primero que la guerra te quita es la habilidad de planear. Si antes yo contaba con un plan de desarrollo personal, ahora no me queda más criterio que el de defender mi cordura para poder tener un buen día. 

Mi ciudad fue tomada al principio de la guerra. No, no sucedió así. Primero, me despertaron las noticias anunciando que la guerra había estallado. Luego oí la primera explosión. Inmediatamente traté de abandonar la ciudad. En el proceso, las noticias revelaron algo difícil de creer –las fronteras habían sido cerradas para los hombres de entre 18 – 60 años. Acto seguido, traté de cruzar la frontera. El ejército trató de obligarme a tomar las armas. Para entonces, el ejército ruso ya había ocupado mi ciudad. Ocho meses y medio de vivir atemorizado. Y así fue como encontré la forma de irme de un país donde la gente moría mientras hacía cola gracias a la explosión de un misil indolente. 

Describí todos estos sucesos en la novela The Mining Boys. La escribí mientras estaba al borde de una crisis nerviosa. En ese momento, parecía que no me iba nada bien. Mi camarada había muerto en la guerra. Había perdido mi trabajo. No sabía donde vivir. A pesar de eso, seguía mentalmente en Ucrania. Y aún entonces, era imposible creer que la guerra se haría eterna.  

¿Qué ha cambiado? Al igual que como otros millones, acabé en medio de la nada. Se hizo evidente que nuestros medios de comunicación mentían sobre los supuestos avances en el frente. Noticias relativas a los voluntarios eran reemplazadas por noticias sobre una movilización forzada. La cohesión entre los ciudadanos dio paso a disputas de lenguaje y de diferencias culturales entre el este y el oeste de Ucrania. La imagen idealizada de Europa se colapsó. Toda esta combinación de sucesos nos ha llevado hacia un estado extraño en el que, fuera de cumplir con el objetivo de sobrevivir, no existen otros objetivos.      

Al iniciar la guerra, cuando una persona en uniforme militar caminaba por una ciudad ucraniana, la gente la veía con admiración y esperanza. Hoy, la gente prefiere apartarse de los que llevan uniforme del ejército. El problema es que los uniformados pillan a los hombres en la calle para mandarlos por la fuerza a la guerra. El ejército dice que no tiene sentido mandar al frente a los que no quieren pelear voluntariamente. Esto resulta en que cuando un soldado vuelve a casa, tras habérsele concedido unos días de descanso, en lugar de agradecimiento, ve desprecio e ira en los ojos de quienes le rodean. 

Cada mes, se aprueban nuevas leyes dementes. Los ucranianos suelen conservar sus ahorros en dólares debido a la tasa de cambio inestable de la grivna. Hace poco más de un año, estaba prohibido anunciar al público la tasa de cambio para que no cundiera el pánico, igual que como han estado censurando las propagación de las noticias reales.    

Los hombres en Ucrania han perdido muchos derechos básicos por el simple hecho de ser hombres. Los soldados creen cada vez más que están peleando para salvar las vidas de sus camaradas en lugar de pelear por el futuro de Ucrania. Ahora es común escuchar a los soldados expresar su deseo de irse del país una vez que termine la guerra.   

El mes pasado, entró en vigor una ley que impide que los hombres expatriados puedan obtener un pasaporte. Esta negativa de servicios consulares se siente más como un acto intimidatorio que un interés de Ucrania por cuidar a su gente en el exterior. Cuesta trabajo poder articular para qué sirve la guerra cuando ahora mismo hay menos libertades en Ucrania que en Rusia. Los misiles destruyen nuestras ciudades y las leyes hacen que la vida sea insoportable. 

Al caminar, es más fácil toparse con un desconocido que sienta simpatía por ti en una ciudad europea que en Ucrania. Idioma equivocado. Perspectivas equivocadas. La música que escuchas es la equivocada. La cultura que consumes es la equivocada. Si sonríes, significa que no has sufrido lo suficiente. Es una locura…

En medio de la nada es mi nueva ciudad. Pensé que me había mudado a Europa, pero acabé en la nada. En un lugar sin propósito alguno. Sin planes. Sin destrezas lingüísticas. Donde todo es extranjero. Donde la vida sigue como siempre, y apenas tienes la energía para mover el ala.  Sí, un ala. Hoy hago de cuenta que soy un ave para no ser picoteado a muerte. Aquí puedes hacer lo que quieras porque en este lugar y en estas circunstancias la gente no quiere absolutamente nada. La llamo en medio de la nada a una ciudad aunque, a sabiendas de que hoy millones viven en ella, sería más atinado llamarle la capital.  

 

~ Traducción de M. Iracheta

 

 

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