addanomadd


Nada por aquí,


nada por allá


-Carta editorial














Antes del principio fue la nada.  Tratamos de entender la inconmensurable idea de la nada como un punto de partida donde solo existen la oscuridad, el silencio y el vacío; en suma, la ausencia de cualquier ente. No hay nada que nombrar, nada que medir: ni profundidad, ni anchura, ni altura, ni tiempo. No existe nada, ni nadie: hay, tan solo, la absoluta inexistencia.

Todo empezó con Nada, y Nada ha tenido nunca un principio, escribió bajo anonimato Louis Coquelet en “Elogio de Nada, dedicado a Nadie”, publicado originalmente en 1730. 

¿Es posible que exista la nada absoluta? ¿Podemos demostrarlo o es que simplemente no podemos entenderlo? ¿No es Nada, en realidad, Todo? ¿Solo existe Algo si existimos nosotros para poder medirlo, para explicarlo? 

La nada también es un complejo, o un sentimiento.  Un agujero negro que nos consume desde adentro, que duele y que nos entristece. Puede ser la evidencia de una ausencia por la partida de un ser querido, a causa de una pérdida o por la incertidumbre de lo que significa la muerte. ¿Es realmente necesario llenar ese espacio vacío? ¿No podemos simplemente contemplarlo y aceptar que está ahí? ¿Tal vez es la resistencia al vacío la que alimenta su expansión?

 

Sula, la protagonista de la novela homónima de Toni Morrison, sabe de la Nada: De vez en cuando se ponía a buscar evidencia tangible que le confirmara que había estado ahí. ¿Dónde estaban las mariposas? ¿las moras? ¿la caña silbante? No podía encontrar nada, se había llevado todo excepto su deslumbrante ausencia. Una ausencia tan decorativa, tan florida, que le era difícil entender cómo había podido aguantar, sin caerse muerta ni extinguirse, su magnífica presencia. 

No hay escritor que en algún momento no se haya sentido sobrecogido, incluso sentido auténtico pánico, porque tiene que escribir algo y no se le ocurre nada. ¿Tal vez es porque no se puede detener a contemplar la nada? ¿Cuántas veces no se habrá oído exclamar al indeciso “no tengo nada que ponerme” después de probar media docena de atuendos y habiendo otra media en el armario? ¿No es acaso eso la evidencia de que una pequeña parte de los habitantes de este planeta tienen demasiado -todo- mientras otros no tienen -casi- nada? 

En Occidente, la luz es la gran aliada de la belleza: el brillo de los diamantes, la plata pulida y reluciente. Los adornos rebosantes y los espacios atiborrados de mil y un detalles. En la estética tradicional japonesa, sin embargo, es en el juego de la oscuridad y la luz que crean las sombras donde se encuentra la belleza. Jun’ichirō Tanizaki desarrolla con detalle en “El elogio de la sombra”,  la idea de que la belleza se halla en los distintos grados de opacidad de los materiales y el silencio y la penumbra del espacio vacío. 

 

En “Wabi-Sabi para Artistas, Diseñadores, Poetas y Filósofos”, Leonard Koren se pregunta: ¿Cómo es el universo? Las cosas evolucionan hacia la nada o evolucionan desde la nada. […] Aunque el universo destruye, también construye. De la nada surgen cosas nuevas. Pero, por simple observación, no podemos determinar si algo está evolucionando o involucionando.

Justamente porque de la nada surge todo, o porque la nada en realidad es todo —porque toda afirmación tiene su antítesis— elegimos esta vez escribir sobre la Nada. Además, quisimos detenernos a contemplarla; y si se dejaba, verla cara a cara.  

Este verano del 2024, en la publicación nº11 de addanomadd, los textos provienen de Ucrania, Suecia, México, Noruega, Francia, Estados Unidos y Argelia. Aquí, La Nada se deja ver. Es el resultado de la guerra, el aburrimiento, un castigo, la soledad, la tristeza, la oscuridad o el vacío. Aparece en reflexiones sobre el espacio y el tiempo. La Nada luce espléndida, saliendo de todo lo que nos rodea pero que apenas vemos. También jugamos con la Nada, porque nada se puede escapar del juego y ser, finalmente, Algo que nos hace reír. 

La Nada no es cualquier cosa: no es ninguna.    

Como antídoto a los excesos abrumadores de nuestro mundo hiperconectado, addanomadd invita a practicar el ejercicio de la contemplación de la página pantalla en blanco. Tiempo sugerido: 4’33’’, o la duración de la composición del mismo nombre, de John Cage (reprodúcela, por favor, para sincronizar oído y vista) . 

El que se contenta con nada, lo tiene todo.

~ Maité Iracheta y Josephine Puebla Smith

John Cage’s 4’33”










Nothing Up Our Sleeves,


-Letter from the Editors











Before the beginning there was nothingness. We try to grasp the immeasurable idea of nothingness as a starting point where only darkness, silence and void exist.  There is nothing to name, nothing to measure: no depth, no width, no height, no time.  Nothing or no one exists: only absolute absence. 

It all started with Nothing, and Nothing has ever had a beginning, as Louis Coquelet wrote anonymously in “Praise of Nothing, dedicated to Nobody”, originally published in 1730.

Is absolute nothingness possible? Can we prove it, or is it simply that we cannot understand it? Isn’t Nothing actually Everything? Does Something only exist if we exist and can measure it in order to explain it? 

Nothingness is also a complex, a feeling. A black hole consuming us from within, hurting and saddening us. It can be the evidence of the absence due to the departure of a beloved one, due to a loss or to the uncertainty of the meaning of death. Is it  necessary to fill that void? Can’t we just contemplate it and accept it? Is it, perhaps, the resistance to its existence that fuels its expansion?


Sula, the protagonist of Toni Morrison’s homonymous novel, knows about Nothingness: Every now and then she looked around for tangible evidence of [their] having ever been there. Where were the butterflies? the blueberries? the whistling reed? She could find nothing, for [they] had left nothing but [their] stunning absence.  An absence so decorative, so ornate, it was difficult for her to understand how she had ever endured, without falling dead or being consumed, [their] magnificent presence.


There’s no writer who at some point hasn’t been overwhelmed or even felt true panic when having to write something and nothing comes to mind.  Maybe it’s because said writer can’t stop and just contemplate nothingness without feeling the need to articulate the sensation. Haven’t we heard numerous times an indecisive friend cry out, “I have nothing to wear,” after trying out half a dozen outfits, having another half dozen outfits in the closet? Isn’t this superficial example proof enough that a tiny share of this planet has too much of everything while the rest has almost nothing? 

In the West, light is beauty’s great ally as long as there’s matter: sparkling diamonds, polished silver (both elements plundered by mining’s bloodshed). Overflowing decorations and spaces filled with a thousand and one details adorn consumer consciousness. In traditional Japanese aesthetics, however, beauty relies within the shadows created by the interaction of darkness and light.

Jun’ichirō Tanizaki develops in “In praise of shadows”, the idea that beauty is to be found in the different degrees of material opacity and in the silence and the twilight of an empty space. 


In “Wabi-Sabi for Artists, Designers, Poets & Philosophers”, Leonard Koren asks: What is the universe like? Things are either devolving toward, or evolving from, nothingness. […] While the universe destructs it also constructs. New things emerge out of nothingness. But we can’t really determine by cursory observation whether something is in the evolving or devolving mode. 

Precisely because out of nothingness everything emerges, or because nothing actually is everything –because every statement has its antithesis– we have this time chosen to write about Nothingness.  Also, our intention was to halt and contemplate the nothing, and, if nothingness would let us, to look the nothing in the face. 

This summer of 2024, for the 11th issue of addanomadd, texts originate from Ukraine, Sweden, Mexico, Norway, France, United States, and Algeria. Nothingness moves through war, boredom, punishment, loneliness, sadness, darkness and void.  It appears in thoughts about space and time. Nothingness surprises, arising from everything that surrounds us yet we hardly see.  We also play with Nothingness because even nothing and its absurdity makes us laugh.   

Nothingness is not just a simple thing: it’s nothing.

As an antidote to the overwhelming excesses of our hyperconnected world, addanomadd invites you to practise the exercise of contemplation of the blank page screen.  Suggested time:  4’33’’, or the length of John Cage’s composition with the same name. Play the track, please, in order to synchronise sound and vision. 

Those who are content with nothing—have everything. 

~Maité Iracheta & Josephine Puebla Smith

John Cage’s 4’33”