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English translation below



Carta editorial del Núm. 1

El mismo órgano


Después de la eclosión del huevo, nuestro primer número, seguimos con el número del OJO, inquieto, esférico, vidente o ciego, vigilante o herido.

Al principio nos preguntamos qué significa la mirada en relación con la escritura. Escribir combina el ojo exterior con el interior en una danza única en cada texto. Escritores y filósofos nos demuestran que hay muchas formas de ver. El ojo es un órgano frágil y maleable. ¿Cómo usarlo? Virginia Woolf nos invita a entrar en una conciencia flotante, al parecer tan distraída, pero esencial, mientras que Marcel Proust nos propone una fórmula para recobrar el tiempo perdido: hay que cambiar de perspectiva y así todo se hará infinito. Observemos la belleza, recomienda Byung-Chul Han, sin estropearla con nuestros deseos, sin someterla a nuestras limitaciones. ¿Está ahí? Al final de La Dolce Vita de Federico Fellini los ojos de una raya oscura y gigante no tardan en recordarnos que un día de sol no es sino una ilusión. 

¿Necesitamos educar nuestra mirada para ver la belleza?  Susan Sontag escribió hace casi medio siglo sobre un heroísmo peculiar que se propagó por el mundo desde la invención de la cámara fotográfica: el heroísmo de la visión.  Sontag reflexionó sobre cómo la visión ordinaria se infringió, aislando el objeto del medio, volviéndolo abstracto, imponiendo nuevas convenciones acerca de lo bello, que pasó a ser sencillamente “lo que el ojo no ve o no puede ver: la visión fracturada, desconcertante, que sólo ofrece una cámara”.

Al parecer, la belleza no puede existir sola. Las tinieblas deben rodearla para que sea luminosa. Según sugiere Anne Dufourmantelle, hay que cerrar los ojos para llegar al deslumbramiento. 

La mirada vigilante nos rodea y nos consume. Michel Foucault nos demuestra que desde el panóptico se puede controlar y castigar con la mirada. A su vez, Byung-Chul Han nos indica que ya hemos interiorizado ese panóptico de vigilancia y que nos vemos como productos a nosotros mismos. El ojo del capitalismo ha invadido nuestra vida interior. La violencia de su vistazo puede ser tan sutil para escapar a nuestro juicio y hasta sacrificarnos a un todo lustroso y uniforme, un sinsentido con ánimo de lucro. También un ojo se asoma a una mirilla y apunta para reprimir protestas callejeras, como ocurrió en Chile, donde las balas de goma disparadas por los carabineros cegaron a cientos de  manifestantes.  Artistas de todo el mundo han creado ojos como respuesta. Esta edición quiere rendir homenaje a todos aquellos que han perdido un ojo por el simple hecho de manifestar su opinión. 

La mirada se mueve, amenaza, goza, flota y se detiene. Queremos atrevernos a plasmarla en textos, hermanados entre sí por un hilo de pensamiento. Hemos invitado a los ojos de otr@s que nos sigan en la pantalla lustrosa e inventen nuevas miradas.

Mirar, y mirar las formas de mirar, se desdobla en los textos de esta edición, como un caleidoscopio: hay múltiples historias, relacionadas por una órbita: la opacidad para defendernos de la mirada violenta y cegadora; una esfera viscosa que ya no puede devolver la mirada; una cicatriz en la madera de un navío; una prótesis para devolver las sensaciones naturales, ya inexistentes en el futuro; un órgano que nos hace reconocer la presencia del otro y nos vuelve humanos; la córnea que dispara una mirada a dos millones de años; otro ojo, dominical, que mira de reojo el desorden de las cosas; los instrumentos de un corazoncito patético, que busca muchos likes y ambos ojos, la prueba contundente de la dualidad, de que no somos cíclopes sometidos a la violencia de la única perspectiva… Todos son ojos, el mismo órgano, reconocibles y responsables de tanta infinitud.


Constanza Jaramillo Cathcart & María Paz Amaro


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Letter from the Editors #1

The Same Organ


After the hatching of the egg issue, we continue with the eye issue: an eye can be restless, spherical, seeing or blind, vigilant or wounded.

At first we asked ourselves what seeing meant for the process of writing. Writing combines the inner and the outer gaze in a dance that is unique to each and every text. There are many ways to see. The eye is a fragile and malleable organ. How to use it? While Virginia Woolf invites us to enter into a floating consciousness, apparently distracted but just as essential, Marcel Proust proposes a formula to make up for lost time: change your perspective and everything will become infinite. Let’s observe beauty, Byung-Chul Han recommends, without spoiling it with our own desires or subjecting it to our limitations. Is beauty really there? At the end of Federico Fellini’s La Dolce Vita, the eyes of a giant dark manta ray are quick to remind us that a day in the sun is but a mirage.

Do we need to educate our gaze? Susan Sontag wrote almost half a century ago about a particular kind of heroism, one that has spread since the camera was invented: the heroism of vision. Sontag reflected on how ordinary vision was defeated, isolating the object from the medium, making it abstract, imposing new conventions about what is beautiful. It boils down to: “what the eye can’t (or doesn’t) see: that fracturing, dislocating vision, that only one that the camera supplies.”

Beauty does not seem to exist on its own. It must be surrounded by darkness in order to be luminous. As Anne Dufourmantelle suggests, one must close one’s eyes in order to be dazzled.

Surveilling gaze surrounds and consumes us. Michel Foucault shows that from the panopticon one can control and punish just by looking. Byung-Chul Han indicates that we have already internalized this mechanism of surveillance by seeing ourselves as products. The eye of capitalism has invaded our inner life. The violence of its scrutiny can be so subtle and escape our judgment until it sacrifices us to a lustrous and uniform Everything, a profitable nonsense. An eye also looks into the sight of a gun and aims to suppress street protests, as it happened in Chile, where policemen shot rubber bullets at hundreds of protesters. Artists from around the world have reacted by crafting eyes of different materials. This issue would like to pay homage to all who have lost an eye because of the simple act of expressing one’s opinion.

The gaze moves, threatens, enjoys, floats and stops. We dare capture it in texts, united by a thread of thought. We have invited others’ eyes to follow us on the glossy screen and to invent new ways of seeing. 

Looking unfolds in this issue, like a kaleidoscope: there are multiple stories, all linked by one orbit; the opacity that helps us defend ourselves from a violent and blinding look; a viscous sphere that can’t look back; a scar on a ship’s wooden plank; a prosthesis that returns natural sensations that will have been lost in the future; an organ that helps us become human by recognizing others; a cornea that shoots a glance through millions of years; another eye, that on a Sunday gives a sideway glance to the mess of things; the instruments of a pathetic little heart, one that seeks likes and both eyes, a telling proof that duality must prevail, that without it we would be cyclopes subjected to one perspective… they are all eyes, the same organ, recognizable, and yet, responsible for all that infinity. 


Constanza Jaramillo Cathcart & María Paz Amaro

Translated by C. Jaramillo Cathcart