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Aproximación al español hasta abajo















Winter  

-Ruby Bilger



The winter was a slumbering, furry thing. In the late morning Patrick awoke with the sun in his eyes. The bedsheet was crumpled beside him, the blankets thrashed and tangled like seaweed on the rocks. His girlfriend had gone on a weekend trip.  

Solitude beckoned him. For the first time in months he had no trouble getting up. Two workmen were digging up stones across his street and he watched them while he drank his coffee by the window. Shrieks floated out of the playground next door; a cat slipped through the fence and sniffed at the frozen ground. Patrick stretched his back, letting the seconds drip. He put on a sweatsuit and went on a run that seemed to last hours. He sat in a chair and did nothing. He made salmon in a cast iron pan. He thought about how to buy weed.  

Then came the late afternoon, and with it, a sudden pang of hunger. His insides shifted—something within him seized and cracked. The sun disappeared, and his grey room remained like a corpse. Stinking. The mess of it. The water stains. What time was it? And what had he been doing all morning? He couldn’t remember. He opened the window to feel the icy air, then quickly shut it again. A pressure and a fog-like cotton started to form behind his eyes. Patrick laid down and longed for his girlfriend, for her warmth, for her sleeping belly rising and falling under the wooly blanket. 

 

There were two parties that weekend that he skipped. One was in his building, and he listened to it through the open window while he laid in bed. The rest of March passed unnoticed that way. His girlfriend returned and he clutched her in the dark. When the weather became warm again he brushed the winter days off the table like desiccated leaves. 
















Invierno 

-Ruby Bilger



El invierno fue un duermevela, una cosa lanuda. Avanzada la mañana, Patrick se despertó con el sol en sus ojos. La cobija estaba hecha bola a su lado, las sábanas hechas un enredo y en el suelo, como algas marinas en las rocas. Su novia se había ido en un viaje de fin de semana.  

La soledad le atraía. Por primera vez en meses no le costaba trabajo levantarse. Dos obreros excavaban piedras al otro lado de la calle y él los observaba desde la ventana mientras se tomaba su café. Del parque infantil colindante brotaban chillidos; un gato se escurría por la reja y olfateaba el suelo congelado. Patrick estiró la espalda, dejando que gotearan los segundos. Se puso la sudadera y los pants y salió a correr por lo que pareció mucho tiempo. Se sentó en una silla y no hizo nada. Cocinó salmón en una sartén de hierro fundido. Pensó en cómo comprar mota. 

Luego llegó la tarde y, con ella, una punzada repentina de hambre.  Sus entrañas se alteraron –algo dentro de él se entumió y se resquebrajó. El sol desapareció, y su habitación gris se amansó como un cadáver. Maloliente. Con ese desorden. Las manchas de agua. ¿Qué hora era? ¿Y qué había estado haciendo toda la mañana? No podía acordarse. Abrió la ventana para sentir el aire helado, luego la cerró rápidamente. Una opresión y una bruma como de algodón se le empezaron a acumular detrás de sus ojos. Patrick se acostó y echó de menos a su novia, a su calor, a su panza durmiente subiendo y bajando bajo la cobija lanosa.

Se perdió dos fiestas que había ese fin de semana. Una era en su edificio, y la escuchó por la ventana abierta mientras permanecía echado en la cama. De la misma manera el resto de marzo pasó desapercibido. Su novia volvió y la embragó a oscuras. Cuando el clima se hizo cálido otra vez, sacudió los días de invierno de la mesa como hojas disecadas.      




~Traducción de M. Iracheta