English translation below
Juguetes de una mano insondable
Nadie revuelve cajones
para encontrar quién sabe qué,
un quién sabe qué que opaca
la certeza refractada.
Se intuye el qué, se niega el quién.
Tiene que subirse al banco
para alcanzar el privado
donde el secreto del jefe
del patriarcado se esconde.
Especulación en cueros:
certeza adulta en revistas,
mientras que las conjeturas
de la infanta verdad varían.
La abuelita carga al bebé
fumando sus mentolados,
alguien le pintó bigotes
en el retrato enmarcado.
El quién sabe qué destaca
la división de la verdad.
Las muñecas a ser juegan
secretarias de don señorón
quien escucha con atención
de los peluches demandas.
Se intuye el quién, se niega el qué.
Ahí viene la A con sus dos
techos de aguas y de un balcón
sale un elefante rosa
para entonar la fracción.
El juego es de mentiritas,
haz de cuenta es casi real.
No es que sean plenas mentiras
en la moral del larom al
que también hay división con
itálicas palíndromas.
Los niños, no, los vaqueros
avientan los centenarios
balas-frisbis de revólver
al fin del mundo del barrio,
porque todo lo que es oro
brilla más entre el cascajo.
Para la hermana mayor sus
hermanos devienen niñas,
primitas con sus falditas,
lápiz labial color carmín.
Estos juguetes respiran,
son los dos kinder drag queen.
Salen a la calle a jugar,
los vecinos en triciclos
vienen a elles a saludar.
Las perlas de fantasía
se ensartan en su mediodía
como planetas de verdad.
Adentro de la bolsita
de la primita de falda
amarilla y rojo listón,
hay un muñeco Fisher Price,
es mamá de la cabaña
suiza junto a un Burbusoda.
Se intuye el qué, se niega el quién.
Nadie revuelve la bolsa
a menos que antojos tenga
o quiera a la casa jugar.
— Aurelia Álava
Toys of an Inscrutable Hand
Who rummages through drawers
trying to find who knows what,
the kind of who knows what that dulls
the refraction of what’s real.
The what’s perceived, the who’s denied.
One has to step up the stool
to reach the private stratum of
the cocky chairman of the board
where the secret is concealed.
Disrobed speculation:
adult magazines’ certainties,
meanwhile, conjectures
of the tender-age-truth vary.
Grandmama carries the baby
with glee inhaling her menthols
while a rascal paints her face hair
on the framed family portrait.
The who knows what cancels out
verity’s dismemberment.
The dolls are playing pretend as
the assistants of a big shot
who’s attentively not listening
to the stuffed animals’ demands.
The who’s perceived, the what’s denied.
Here comes the letter A with a
gable roof; from its balcony,
a pink elephant leans over
to vocalize the refractions.
It’s a white little lie game where
make believe is true, practically.
‘Cause it’s not totally made up
in the moral on no larom
there’s certainly division, yes,
italicizing palindromes.
The boys, wait, no, the cowboys,
shoot mightily the gold coin
frisbee-bullets from revolvers
to the margins of the barrio.
It goes like this: what glitters, glows
dramatically in the garbage.
For the eldest daughter, her
brothers evolve into sisters,
little cousins in cute dresses,
with mom’s watermelon lipstick.
These enchanted toys are breathing,
they’re two killer kinder drag queens.
Girls come out to play on the block,
neighbors on old tricycles ride,
pedaling their way to greet the girls.
The who’s as unclear as the what.
Counterfeit fantasy-pearls
are strung in the kids’ afternoon
as factual planets, suspended.
Inside the little hand purse
of the chill visiting cousin,
one Fisher Price Swiss Chalet mom-
figure floats next to Sweetarts.
The what’s perceived, the who’s denied.
Who would rummage through the purse:
a fluid small hand craving candy,
or one that wants to play Whose House?
— Aurelia Álava
Translated by the author