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N U B E S Carta editorial
Correspondencia vía aérea
por Ale de la Puente y María Paz Amaro
Hasta ayer las nubes habían sido huidizas. Amanecen gregarias, conforme pasa el día parecieran querer evadirse, arrancarse ellas mismas de la bóveda. Hoy es a la inversa de lo anterior; no dejan que el cielo se asome, dejándonos casi en una especie de penumbra lechosa, desquiciante.
¿Las nubes huyen? es nuestra mirada la que gira hacia otro lado. Ellas danzan con el viento, viajan siempre al horizonte o devienen en tormenta, lluvia, huracán, granizo, nieve… a veces solo desaparecen sin tocar el suelo.
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A raíz de este proyecto editorial, @nikitamilano_ me comparte su libro favorito sobre nubes, que retrata el movimiento de ellas alrededor del monte Fuji. Recuerdo las fumarolas despedidas por Don Goyo avistadas desde Tomacoco hace algunas semanas. Saber distinguir las fumarolas de las nubes requiere de un ejercicio de observación preciso. Pienso también en James Benning y su proyecto sobre nubes y lagos; en cómo las primeras se asoman en el espejo del segundo proyecto fílmico.
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La Real Academia define las nubes como: una agrupación o cantidad muy grande de algo que va por el aire; un agregado visible de minúsculas gotitas de agua, de cristales de hielo o de ambos, suspendido en la atmósfera y producido por la condensación de vapor de agua. También puede ser una agrupación o cantidad muy grande de algo que va por el aire: nube de polvo, de humo, de pájaros, de insectos. Es una cosa que oscurece o encubre otra, como lo hacen las nubes con el sol, o las manchas blanquecinas que se forman en la capa exterior de la córnea. Diría yo que también hay nubes en nuestro pensamiento.
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A fines de la década de los 20, el físico japonés Masanao Abe construyó un observatorio con vista al monte Fuji. En el curso de quince años registró las nubes que bordeaban la montaña. Interesado en conocer cómo las corrientes de aire podían visualizarse por medios fílmicos y fotográficos, muy probablemente cayó en repetir un lugar común en la escena paisajística: la montaña rodeada de nubes.
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De las nubes podemos leer sus formas, su posición en el espacio, su altura, sus colores, texturas y también su ausencia. No encuentro nada más similar al ser de las emociones o pensamientos. Y entre más se nubla, más ansío el día de la tormenta, cuando después llegará la calma y la historia empiece de nuevo.
En Diferencia y Repetición, Gilles Deleuze sostuvo que “Todo lo que pasa y todo lo que aparece está correlacionado con diferencias de nivel, temperatura, tensión, potencial e intensidad”. La vida misma semeja el estado siempre cambiante de las nubes, “heracliteanas” por naturaleza.
– No existen fósiles de su existencia
– ¿nada que pueda probar su rastro?, ¿su existencia?
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Los textos aquí elegidos muestran lo múltiple que puede ser aquello inasible empero visible. Irregulares, cambiantes, majestuosas, disolutas, caprichosas, temerarias. En invierno, aún más excelsas.
Al igual que la vida y el pensamiento, las nubes no representan las propiedades de sus partes; tienen forma pero sin límites y siempre están en movimiento. Su vida es corta, no siempre concluye de la misma manera.
Escribir sobre las nubes es elevar la palabra; pensar mirando afuera, enfrentar esa cosa que oscurece o encubre otra, como lo hacen las nubes contra el sol.
Un texto es un agregado visible de letras, su forma no es su contenido. En su lectura aparece presente el pasado y el futuro inmediato que se afecta por su existencia.
Cada texto es una nube que puede convertirse en lluvia fértil, tormenta, huracán o despejar un cielo al terminar su lectura.
Convocar a escribir sobre, en, con, de, desde, para (…) las nubes ha sido una invitación a situarnos en ellas, donde no podemos verlas. Una vez adentro, su forma ya no existe.
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Ahí están, inalcanzables. Les depositamos nuestros miedos y esperanzas, somos ilusos, ignoramos que ellas ya saben dónde y cómo terminará su existencia. Son ellas una forma visible de un todo que en la atmósfera coexiste.
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C L O U D S Letter from the Editors
Airmail
by Ale de la Puente & María Paz Amaro
Until yesterday, the clouds have been elusive. They wake up gregarious and as the day goes by, they seem to want to escape, to tear themselves away from the vault. Today it is the reverse of the latter; they don’t let the sky peek in, leaving us in a kind of milky, maddening gloom.
Do the clouds flee? It is our gaze that turns to the other side. They dance with the wind, traveling to the horizon or becoming a hurricane, hail, snow… sometimes they just disappear without touching the ground.
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As a result of this editorial project, @nikitamilano_ shares with me his favorite book about clouds which portrays their movement around Mount Fuji. I remember the fumaroles fired by Don Goyo seen from Tomacoco a few weeks ago. Knowing how to distinguish fumaroles from clouds demands an exercise in precise observation. I also think of James Benning and his project on clouds and lakes and how the former appear in the mirror of the second film project.
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The Royal Academy of Spanish Language defines clouds as: a very large grouping or amount of something that travels through the air; a visible aggregate of tiny water droplets, ice crystals, or both, suspended in the atmosphere and produced by the condensation of water vapor. It can also be a very large group or quantity of something that goes through the air: a cloud of dust, smoke, birds, insects. It is something that obscures or conceals another as clouds do with the sun, or the whitish spots that form on the outer layer of the cornea. I would also say that there are clouds in our thinking.
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In the late 1920s, Japanese physicist Masanao Abe built an observatory overlooking Mount Fuji. Over the course of fifteen years, he recorded the clouds that bordered the mountain. Interested in knowing how air currents could be visualized through film and photography, he most likely fell into repeating a common place in the landscape scene: the mountain surrounded by clouds.
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We can read the shapes of clouds—their position in space, their height, their colors, their textures, and also their absence. I don’t find anything more similar to psychological states than clouds. And, the cloudier it gets, the more I long for the storm, anticipating how calm will come afterwards and the story will begin again.
In Difference and Repetition, Gilles Deleuze argued that “Everything that happens and everything that appears is correlated with differences in level, temperature, tension, potential and intensity.” Life itself resembles the ever-changing state of clouds, “Heraclitean” by nature.
– There are no fossils of its existence
– Can nothing prove its trace, its existence?
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The texts chosen here show how multitudinous that which is ungraspable, yet visible, can be. Irregular, changing, majestic, dissolute, capricious, reckless. Even more dazzling in winter.
Like life and thought, clouds do not represent the properties of their parts; they have form but without limits and are constantly in motion. Their lives are short and do not usually end in the same way.
To write about clouds is to elevate the word: to think by looking outwards, to confront that thing that obscures or conceals another, as clouds do against the sun.
A text is a visible aggregate of letters; its form is not its content. When reading the texts, the past and the immediate future are present.
Each text is a cloud that can turn into fertile rain or a violent storm, or even clear the sky when you’re done reading.
Calling to write about, in, with, from, or for, the clouds have invited us to place ourselves in them where we cannot see them. Once inside, the cloud’s form no longer exists.
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There they float, unreachable. We place our fears and hopes on them; we are deluded; we ignore that the clouds already know where and how their existence will end. They are a visible form of a whole that coexists in the atmosphere.
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María Paz Amaro nació, de acuerdo al chat GPT, bajo un cielo despejado que gradualmente devino parcialmente nublado, en una de las primaveras más frías de décadas anteriores y posteriores registradas en el país de origen. / According to Chat GPT, María Paz Amaro was born under a clear sky that gradually became cloudy, in one of the coldest springs of the previous and posterior decades that had been registered in her country of origin.
Ale de la Puente nació en un día de tormenta, mientras ascendía en un elevador hacia algún piso del hospital. Desde entonces su mirada se dirige al cielo. / Ale de la Puente was born on a stormy day while ascending to a hospital floor in an elevator. Since then, she has always looked up towards the sky.