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That Very Moment
by Szombathelyi Verka
I’ve always loved thunderstorms, but one singular experience with them was formative. I was eighteen at the time, attending my grandmother’s funeral. Although she had endured an extremely hard life and lost many loved ones in underdeveloped, war-torn rural Hungary, she was always jolly and warm-hearted, as if infused with joy at birth. Working at a nursery school, she’d brought up hundreds of children and was universally beloved, known as everyone’s “Juci néni.”
Unfortunately, the church officials did not allow our family to write an individualized farewell speech nor to have any bells rung. Then, once the coffin top was lifted for me to say my final goodbye and leave a cheerful bouquet, I realized with horror that the undertaker had dressed my grandmother in someone else’s clothing, a black outfit with a black scarf on her head. Never in my life had I seen her wearing black nor a headscarf. Worst of all, the priest kept talking about what a sinful life she had led. (Later I discovered that this is a speech they give for all the dead in this parish.)
Standing with the other mourners, I now felt shock and anger on top of my grief. But then the door to the mortuary violently blew open and slammed shut because of a sudden heavy storm outside. Until this moment, it had been a cloudless bright day, with no prediction of bad weather—and just as the funeral ended, the sky’s uproar ended, too. Which made me feel validated. Some higher power had viscerally expressed how cheated my grandmother was by this funeral. Not only did the experience lead me to break from the Church, it made me frequently watch the sky, fascinated by clouds and pointing them out to loved ones, much to their amusement (and sometimes boredom).
Many years after my grandmother’s death, my close friend Natalya’s partner Ian was killed instantly in a car crash in Los Angeles. While comforting Natalya, I learned that my cousin, an artist who photographs clouds wherever she goes, had happened to be in LA and was shooting the sky at the time of Ian’s death. Once I saw her images, I was amazed to see that the shape of the clouds there unmistakably looked like an angel flying.
Last year my father died after a sudden, quick and cruel illness. He was Juci néni’s only surviving child. To my surprise, the first thing I found myself doing right after he passed was to ask all my friends, friends on every continent, to take a photo of the sky. Which they did. That very moment.
~
Ese instante
por Szombathelyi Verka
Siempre me han encantado las tormentas, pero en cierta ocasión la experiencia fue instructiva. Tenía dieciocho aquella vez y me encontraba en el funeral de mi abuela. Aunque le había tocado aguantar una vida durísima y haber perdido muchos seres queridos en su Hungría subdesarrollada, rural y destruída por la guerra, mi abuela era alegre y amable, como si al nacer la hubieran remojado en felicidad. Con su trabajo en la guardería había criado a cientos de niños y todos absolutamente la adoraban; la llamaban “Juci néni”.
Desafortunadamente, los funcionarios de la iglesia no nos permitieron escribir una despedida personal ni accedieron a que doblaran las campanas. Una vez que levantaron la tapa del ataúd para que yo pudiera darle mi último adiós y un alegre ramo de flores, descubrí horrorizada que el personal de la funeraria le había puesto a mi abuela ropa que no era de ella, un traje negro con una pañoleta negra en la cabeza. Nunca en mi vida la había visto llevar ropa negra, ni pañoletas. Lo peor de todo era que el cura no paraba de hablar de lo pecaminosa que había sido su vida. (Tiempo después me enteraría de que este discurso es el que dan para todos los muertos en esta parroquia).
De pie entre los dolientes, sentí conmoción e ira además de mi pesar. Entonces, la puerta del recinto mortuorio se abrió y violentamente se azotó a causa de una fuerte tormenta repentina. Hasta ese momento, el día había estado lleno de luz, sin una nube ni señales de mal tiempo—pero mientras el funeral llegaba a su fin, el estruendo del cielo también. Lo cual me hizo sentir validada. Un poder superior logró expresar visceralmente el engaño que este funeral fue para mi abuela. La experiencia me llevó a romper lazos con la Iglesia, y también me hizo contemplar el cielo con frecuencia, fascinada por las nubes, señalándolas a mis seres queridos, a quienes les divierte (y a veces aburre).
Años después de la muerte de mi abuela, el novio de mi querida amiga Natalya, Ian, fue atropellado por un coche en Los Ángeles y murió al instante. Mientras acompañaba en su duelo a Natalya, supe que mi prima, una artista que fotografía nubes dondequiera que vaya, andaba de paso por LA y justo tomaba fotos del cielo a la hora de la muerte de Ian. Cuando vi sus imágenes, me asombró advertir que la forma de las nubes parecía, sin duda alguna, un ángel en pleno vuelo.
El año pasado murió mi padre de una enfermedad imprevista, fulminante y cruel. Era el único hijo vivo que le quedaba a Juci néni. Para mi sorpresa, lo primero que hice al exhalar su último aliento fue pedirles a todos mis amigos, amigos de todos los continentes, que tomaran una foto del cielo. Lo hicieron. En ese instante.
~Traducción al español de M. Iracheta
Szombathelyi Verka was born in Veszprém Hungary on a crisp bright March day with one little white cloud in the sky. Every aspect of nature brings great fascination to her. / Szombathelyi Verka nació en Vesprém, Hungría un día de marzo luminoso y fresco con una nubecita blanca en el cielo. Todo elemento de la naturaleza le produce una gran fascinación.