La canción de los organelos
~Ricardo Pohlenz
English translation below
Una canción cantan siendo fuelles,
dichos así no caben sino ahíncos.
Ahítos al aire mínimo suenan,
si cupiera decir su ruido,
como algo granate de por sí,
dada su función en el mapa
a mitad de camino del latido
y la proclividad del rayo.
El aire está en todas partes.
¿Por qué no ahí guardado
en ese estuchito lleno de agua
haciéndola de contenedor,
yendo rauda cual guagua,
jugando a ser una alberca,
llena toda de inflables
en filita, azules, reflejo del cielo,
llenas de rojos verdes amarillos,
avistadas desde lo alto, asomada,
toda ojos desde el avión mientras
baja el estruendo, sus trenes de aterrizaje
en la promesa de un suelo de rayas,
angelino y lleno de freeways
a manera de cordones de zapatos.
¿Serán igual a estos cuerpos flotantes?
Donas, esferas y cilindros de colores,
todas llenas de halitos respirados,
expectantes a la función anunciada.
Sea decir proteínas, sea partirlas,
cachitos de galleta crujiente;
brillo en cajas, corredores de resplandor,
decirlos en mínimos triciclos,
a manera de figura dada en el zigzag,
guardado en cada mitocondria,
jugando a ser pedazos de estrella.
Son lisas, son romas, las lisosomas,
si tuvieran dientes, pero no,
la hacen de aduana en trance,
masticando lo que viene y lo que va,
relojitos que saben hasta cuando no.
Las ribosomas arman todas, una corona,
leen a manera de libro el mundo,
van agarradas de las manos en ronda,
entonando en función corrida,
eso que han sido, lo que son,
lo que siguen siendo: van repitiendo:
esto sí, esto no, esto sí, esto no.
Las peroxisomas se saben güeras,
igual, por elección se comen a sí mismas,
sabiendo que pronto volverán a ser
apariciones, como si nada la cosa,
nadan desdoblándose cual sabanas,
listas a extenderse sobre la cama.
El núcleo es un balón, no tanto
el estadio que traza la membrana,
a la vez puerta, ventana y pared,
sino un balón cerrado en sí mismo,
tiene un escribiente de relleno,
el nucléolo que recita a viva voz,
el sentido dado a las proteínas,
sin preguntarse si hubo un antes
de proteos y prometeos, un antes
del corazón, del centro de la tierra
y del sol, girándole todo cual flor.
Falta mentar al aparato de Golgi,
se llama así por Camilo Golgi,
que pintaba células para demostrar
los vínculos que hay entre ellas,
usando nitrato de plata para fijar
sobre papel el último camino
que siguen eléctricos los nervios,
en cúmulo, siendo corro las neuronas,
descubiertas ahí cual archipiélago,
mínimo garigoleo de lombriz,
redoma entre retículos lisos y rugosos
fingiéndose último reducto, intestino,
vertiente por donde sale corriendo
en tropel todo lo que no cabe,
todo lo que no se sabe dentro,
organizándose desde una noción
cuya voluntad se nos hace automática,
una lista de actos reflejos, haciendo
símil a la lucecita del refrigerador,
se prende y se apaga y se prende otra vez,
igual al gran teatro hecho de luces
neón, paleta de limón, aunque eléctrica
se sigue de corrido sin preguntas,
sabiendo cuando sí, cuando no,
haciéndole segunda al runrún
que va moviendo esta canción.
The Song of the Organelles
~Ricardo Pohlenz
They sing a song as bellows,
as said, they don’t fit but in toil,
sated, they barely bang upon air,
not having enough room for noise,
something sort of maroon,
its task given on the map
halfway between a beat
and the proclivity of lightning.
Air is everywhere.
Why not keep it there safely?
In its tiny case full of water
carrying as container,
going swift as a bus
pretending to be a pool
full of inflatables
in line mirroring sky blue
blown-up reds greens yellows
sighted from above leaning out
eyes targeted upon a plane while
undercarriage clatter goes down
in the promise of striped ground
in an L.A. full of freeways
all tide-up as shoe laces.
Would it resemble these bodies floating?
Colorful doughnuts spheres cylinders
All filled with respired puffs
expectant of the show announced.
Proteins being said, shattered being done,
undone. Bits of crunchy cracker,
brillo in boxes, shining corridors
set for minimal tricycles
in a figurative or figured way
brought in zigzags, safeguarded
in every mitochondrion
pretending to be shards of stary.
Being lyse, being sole, if lysosomes
had teeth, but no,
playing customs in trance
chewing what comes and goes,
tiny horologes knowing when it’s enough.
Ribosomes gather together becoming a crown;
they read the world as in tablets
holding hands going in rounds
intoning one performance after another,
wondering what have they been,
what have they become,
what are they still,
they keep repeating:
this goes, this not, this goes, this not.
Peroxisomes know themselves as blondes,
the same, by choice, they eat themselves,
knowing they soon would be again:
apparitions, as if nothing happened,
swimming; they unfold as sheets
ready to spread out over the bed.
The nucleus is a ball, not as big as
the stadium trailed by membrane,
services as door window and wall,
but a ball closed in itself
having a clerk as filling:
the nucleolus recites out loud
the meaning given to proteins
not asking if there were a before
among proetei and prometheis,
a before to the heart, the center
of the earth and the sun up there
while all turns around as if a flower.
Last but not least, the golgi body,
named upon Camilo Golgi,
who painted cells to prove,
bonds among them,
using silver nitrate to set
on paper the last trail
electric following through
nervey clusters, neurons
who dare huddle discovered
as archipelagos,
little worm gaudy,
not warm, carafe among flat coarse reticula
feigning a last redoubt, bowel,
slope for all the ill fitted
for all the ill suited inside
to run down in droves,
put together upon a notion
whose will seems self-propelling,
a list of reflex acts, alike
to the fridge’s little light,
turning on and turning off and turning on
again, as the great theater weaves
neon, lemon popsicle, although electric
going non stop, no questions asked,
knowing when yes, when no,
following suit to the humming
that keeps on moving this song.
Translated to English by the author